Escribiendo este artículo no ha habido un solo momento que no haya deseado “dejarlo para luego”. Ya sabes, esa sensación que pareces controlar pero que te lleva a mirar qué hay de nuevo en la nevera cada 10 minutos. La conoces, ¿verdad? Se llama procrastinar y la sufrimos todos.
Esto me ha hecho preguntarme si procrastinar no será un problema mundial. Algo que nos afecta a todos por igual y que tendrá consecuencias a largo plazo.
Preparo este artículo luchando contra ese monstruo que nos acecha en cada plan y en cada tarea, en especial a mi generación. Los Millenial.
Una generación llena de talento y formación, con gran capacidad de comunicación a nivel global y la mayor falta de valores y poder de sacrificio de la historia. Tal vez sea la falta de oportunidades o las redes sociales, pero estaremos de acuerdo en el sentimiento de impotencia y frustración que existe en el rango de edad de los 22 a los 38 años.
Somos “niños talentosos” con mucho que ofrecer para lo poco que nos demandan y lo mucho que nos exigen. Además, las injusticias en el mercado laboral hacen que hayamos crecido con la sensación de que nada es suficiente para encontrar esa estabilidad que nuestros padres nos prometieron.
¿Quién no conoce a alguien muy formado que no se puede dedicar a ello por la falta de trabajo o se dedica a ello saboreando constantemente la precariedad contractual? Esto, unido a nuestra educación, las crisis y otros factores nos convierten en la generación que más aplaza las tareas de la historia.
¿Solo por la falta de oportunidades? No, para nada. También la facilidad, la rapidez y la comodidad de tenerlo todo sin necesidad, es lo que provoca ese “¿para qué?” O el famoso “que pereza me está dando”, que hace que nos cueste llevar a cabo las cosas que son importantes para nosotros mismos. Además, la extra exposición a millones de estímulos inmediatos provoca que no nos pongamos ya a hacer nuestros más inmediatos deberes.
Pero, ¿qué es procrastinar y como nos afecta?
El término procrastinar viene del latín procrastinare (qué típico), que significa “dejarlo para mañana".
Esto lo sentimos todos en algún momento, incluso en el día a día.
Numerosas veces sucumbimos a ese placer inmediato que lo sustituye, que puede ser cualquier cosa fácil y cómoda, que no suele aportarnos nada en nuestro progreso personal, laboral o social.
Nos volvemos adictos a esta situación y entramos en una espiral de frustración y estado negativo que puede llevarnos a estar constantemente “hasta los mismísimos cojones de todo”.
Procrastinar es una sensación que reina en nuestras mentes jóvenes por culpa de una sociedad que vive en un anhelo continuo por tener todo cuanto antes. Es tanta la cantidad de estímulos y aspiraciones, que vivimos agobiados por lo que puede acarrear hacer lo que tenemos que hacer. Una desconfianza absoluta en nosotros mismos, consecuencia de una educación y un mundo caótico ultra competitivo, que no nos ofrece un trabajo y un futuro dignos. O por lo menos así lo percibimos algunos de nosotros.
Así que, si leyendo este artículo te sientes identificado, no te desanimes. Estamos todos en la misma mierda.
Por otro lado, no todo son aspectos negativos.
Somos personas muy preparadas a nivel educativo, híper-vinculados con las nuevas tecnologías. Hemos crecido viendo todo a un solo clic. Tenemos gran cantidad de información que nos hace mucho más libres que cualquier otra generación, y aunque las redes sociales se pueden convertir en auténticas redes atrapa-personas, tenemos al alcance de la mano la libertad más absoluta de pensamiento y crítica.
Por ello tenemos la responsabilidad de aprovechar algo que no tuvieron nuestros antepasados.
Todo esto hace que me pregunte, ¿la procrastinación de cada uno no contribuirá a que el mundo o gran parte de él procrastine?
Supongo que este no lo mueven los postergadores de planes, pero cuantos más seamos los que dejemos las cosas importantes para luego, mayor frustración y negatividad existirá, afectando a nuestro ser y por tanto al avance de nuestra sociedad.
Imagínate que las grandes mentes de la historia hubieran procrastinado. Einstein no hubiera formulado la teoría de la relatividad ni desarrollado sus muchos trabajos, quizá Apple no hubiera sido creado si a Steve Wozniak le hubiera dado pereza programar o La Resistencia no nos hubiera ofrecido ni una risa, si a David Broncano le diera pereza salir a hacer reír a la gente.
¿Quién sabe si tú eres la próxima persona que contribuya de manera indirecta en algo importante para la humanidad? Si lo procrastinas, en mi opinión, los demás nos lo perdemos.
Si lo procrastinas, en mi opinión, los demás nos lo perdemos.
Lo que quiero decir con todo esto, es que la sensación de querer dejar eso para luego, parece estar intrínseca en el ser humano. Y yo no sé cómo se supera. Para eso ya existen muchos libros, estudios y expertos en el tema. Lo que puedo reflexionar es que es malo para ti y por tanto, malo para todos.
Pensémoslo de la siguiente manera: las emociones negativas que nos inspira hacer esa tarea tan acuciante, no son reales. Solo son producto de nuestra mente adelantando el futuro, sacando conclusiones precipitadas. Así surgen las dudas, los miedos y las inseguridades. Por eso, perder el tiempo viendo videos de gatitos en Instagram parece mejor opción que hacer lo que se supone que será mejor para ti.
¿Qué pasaría si, por ejemplo, dejáramos para mañana los cambios necesarios para combatir la crisis climática, o el machismo, o los cambios en las políticas de fabricación y comercio justo? Ah, no, que eso ya está pasando... Pues entonces tendremos que pagar a largo plazo las consecuencias de haberlo dejado para más tarde.
Así que ya sabes, la próxima vez que quieras postergar algo importante, piensa en el presente, déjate de miedos y lánzate a por ello sin pensar en las emociones que te suscita. Hazlo y termínalo.
El mundo sería un lugar un poquito mejor si todos dejáramos de procrastinar tanto.