Veníamos de una larga saga de series y películas con una Manic Pixie Dream Girl al frente. «Esa criatura cinematográfica burbujeante y superficial que sólo existe en la febril imaginación de escritores-directores sensibles para enseñar a las jóvenes almas depresivas a abrazar la vida y sus infinitos misterios y aventuras» como definió en 2005 Nathan Rabin, el creador de este término para ellas.
Ya sea en su estilo puro como Claire en Elisabethtown (2005), la película con la que se acuñó el término, o Summer en 500 días juntos (2009) interpretada por Zooey Deschanel, la encarnación por excelencia de este arquetipo de mujer, o con películas que ironizan con este cliché como Ruby Sparks (2012) u Olvídate de mí (2004), tan presente cuando Clementine dice eso de: «Muchos hombres creen que soy un concepto, o que quizás les complemento, o que voy a darles vida», las pantallas se llenaron de estas chisporroteantes e irreales chicas que, lo reconozco, todas quisimos ser.
Parece que en 2022 ya está superado este absurdo tópico, a excepción de alguna que otra comedia romántica a la que prestar poca atención. Ahora lo que se lleva son las anti-heroínas, unas cabronas de manual, peleadas con la vida adulta, que creen que todo vale con tal de encontrarse a sí mismas. Son unas expertas en auto sabotearse, narcisistas y caprichosas a las que les entra urticaria cuando les hablan de compromiso pero, sobre todo, que no se sabe muy bien por qué las amas y las odias casi a partes iguales.
Todas ellas son blancas privilegiadas y todos sus conflictos vienen de las decisiones que toman
Si pensamos en personajes como las protagonistas de Cardo (2021), Fleabag (2016), La peor persona del mundo (2022) o a las protagonistas de Girls (2012), vemos que podrían ser la misma chica. Todas ellas son blancas privilegiadas y todos sus conflictos vienen de las decisiones que toman y no tanto de haber nacido sumidas en la desgracia, más allá de la desgracia que es haber nacido en esta época.
No son tantas las personas que pueden empezar 3 o 4 carreras como Julie en La peor persona del mundo (2022). O que puede vivir en un apartamento en Manhattan mientras “escriben su novela” y enlazan un trabajo precario con otro, como Hannah en Girls (2012). Tampoco son muchas las treintañeras que pueden abrir su propia cafetería como Fleabag. Si bien ya se dejó atrás la era Sexo en Nueva York (1998) en la que con trabajos relativamente normalitos se pagaban Manolos Blahnik, las chicas de ahora han pasado a vivir de sus padres mientras descubren, a una edad nada temprana, qué es lo quieres hacer en la vida.
En cuanto a sus relaciones personales, se comportan todas de la misma manera: inmadura y egoísta y como apunta Ayesha A. Siddiqi en su artículo Memento Millennial con una «vida sexual insatisfactoria alrededor de la cual organizan sus vidas».
Las seguimos amando y odiando a partes iguales
«El caso es que te quiero, pero no te quiero.» Le dice Julie de La peor persona del mundo (2022) a su novio cuando le deja. Y creo que es el ejemplo perfecto que define bien a todas ellas: que no saben lo que quieren. Quizá su comportamiento reside en que fueron una de esas chicas que quisieron ser una Manic Pixie Dream Girl. Y se dieron cuenta de que no vivían en una película francesa independiente y ahora están confusas.
Sin embargo, después de haber estado nombrando motivos y motivos por los que las convierten en unas personas horribles, las seguimos amando y odiando a partes iguales. No podemos evitar quedarnos pegados a la pantalla ante, por ejemplo, el magnetismo de la autodestrucción y el patetismo de María en Cardo (2021) afirmando que «es asquerosa».
Lo cierto es que he conocido a algunas Marías. Mis amigas no distan tanto de las de Hannah y me he sentido muchas veces como la peor persona del mundo. Por eso no puedo evitar preguntarme: ¿se nos ha ido de las manos las anti-heroínas y estamos idolatrando a basura? o ¿simplemente las personas reales somos así de asquerosas y nos encariñamos con estos personajes por que nos vemos reflejadas en ellos?