No nos hemos vuelto mejores por hablar de salud mental

Salud mental, suicidio, realities, redes sociales, la sociedad que no duerme pero tampoco despierta.

11 enero 2022 ·
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La delgada línea que separa lo indecente de la aberración, se hizo invisible en algún momento de 2021. Esta simulación en la era Covid que se suponía que iba a hacernos mejores, está dejando bien claro que queda para otro año, si el cambio climático lo permite. (PD. No lo va a permitir). Me gustaría hacer una reflexión para no empezar el 2022 con los deberes sin hacer y hablar un poco de salud mental, suicidio, realities, redes sociales, la sociedad que no duerme pero tampoco despierta, o que el capitalismo hace aguas por todos lados y por eso nos estamos ahogando.

Nos ahogamos porque el capitalismo nos ha devorado enteros. Que la sociedad esté hecha para el consumo se reduce a todo: cuerpos, noticias, experiencias, apariencias. Una rueda que gira sobre sí misma que no ha dejado de sobrealimentarse en los últimos años y empezamos a ver las consecuencias, pero parece que no nos importan. Tenemos que seguir alimentando la rueda.

El problema es que no queremos ser conscientes del significado que tiene, porque eso sería ir hacia un futuro totalmente incierto. No como ahora, que todos sabemos lo que va a pasar mañana, o eso es lo que cuentan los medios. Los mismos que te cuentan lo que les interesa, cuando les interesa a otros que están más arriba. Porque ya sabemos ahora que los principales problemas del español medio son los okupas y el uso del catalán en Catalunya. ¿Quién va a hablar de precariedad laboral o ansiedad social si no sabemos lo que es eso?

Salud mental, suicidio, realities, redes sociales, la sociedad que no duerme pero tampoco despierta.

Hablemos de la magia de la tele o cómo el capitalismo mediático exprime la vida a alguien que no necesita decir que está mal (porque se ve) y aún así lo explota al máximo en su beneficio. ¿Qué sería de nosotrxs si no fuésemos cómplices de lo que le pasa al otro lado del mundo a miles de niñes? Pero si somos cómplices de lo que pasa en el piso de al lado, ¿qué más dará lo que pase en la India?

En el estado español hemos llegado a tener momentos bochornosos en la historia de la televisión, algo que empezamos a ver de forma salvaje desde la mal llamada tele realidad.

Me viene a la mente la violación de Carlota Prado en Gran Hermano. Acaba de volver a pasar en Brasil, en el reality de La Granja. ¿En qué momento alguien que está siendo testigo de una violación, no hace saltar todas las alarmas? Todo vale para vender momentos y conseguir audiencia, el hambre es muy grande y ahora las redes y otros formatos también tocan a repartir, las cadenas privadas hacen de todo por un poco de audiencia. ¿Qué reflexiones debería dejarnos esto?

Empezamos por lo más obvio, y es que siempre les sucede a ellas, las mujeres. Ellos están tan seguros violando, que lo hacen incluso cuando hay cámaras que lo graban todo.

Segundo, la pasividad colectiva de la que formamos parte toda la sociedad.

Y por último, aunque no menos importante, somos cómplices directos de todo lo que está pasando.

El problema de vivir en una sociedad de consumo es que los mensajes se vuelven vacíos. No sé de qué nos sirve hablar de bullying en las aulas si en cualquiera de nuestros perfiles en rrss, nos dedicamos a odiar y acosar todo lo que nos parece reprobable. Porque es lo bueno de las redes, aquí algunas acciones tienen menos consecuencias, o directamente no las tienen.

Llámalo algoritmo, llámalo rascar un poco de audiencia y relevancia en rrss, pero las imágenes de Verónica Forqué invadieron mi móvil. Pese a entender la parte superficial de ver a alguien fuera de control como carnaza televisiva, lo que no comparto es el escarnio y la burla colectiva, hacia alguien que no está bien. Y en serio, no hace falta saber mucho para notar que no estaba bien.

Lo que no comparto es el escarnio y la burla colectiva, hacia alguien que no está bien.

Se suponía que el acceso a internet y las redes sociales vinieron a democratizarlo todo, a hacernos más libres en un mundo que cada vez nos quería más esclavos. Para sorpresa de nadie, hemos terminado presas de nuestras peores pesadillas. De redes que sirven para escupir odio a otras que solo sirven para vender sonrisas, momentos y falsas apariencias. Pero tampoco vayamos a monetizar las lágrimas, que entonces se nos echan encima. No podemos ser vulnerables, o podemos serlo de boquilla, pero no bajes la guardia porque el mundo te come.

La mal llamada democratización de las redes no viene sola, llega acompañada de un amago de meritocracia o ese difuso concepto que es la conciencia de clase. Nos maleducan para hacernos egoístas y mirar por nuestro propio ombligo, con tal de que no nos colectivicemos. Así todo se garantiza que funcione. Las minorías siguen apartadas y todas nos beneficiamos de ello. Desde el que explota a una persona sin permiso de residencia, a ti que compras en cualquier cadena de fast fashion, para sentir un pequeño estímulo momentáneo que te haga sentir mejor. Como si comprar mano esclava pudiese hacernos sentir mejor.

Nos han enseñado a ver tan mal el mundo, que vemos hasta normal que las clases más desfavorecidas voten a la derecha. Nos hicieron creer que somos héroes sin capa por aguantar de todo en los trabajos, porque el trabajo dignifica. Sentimos orgullo de defender a gente que evade impuestos o roba dinero público, pero luego actuamos como policías cuando vemos a alguien robando comida en un supermercado para comer. Vivimos en un mundo de locos.

Hablar de salud mental a estas alturas se ha convertido en algo tan abstracto que da miedo. No nos hemos vuelto mejores por hablar de ello, como tampoco pasó cuando se empezó a hablar del bullying o la lgbtifobia. Al final del día tienes que buscar tu supervivencia y, lxs más afortunadxs, tratar de pasar desapercibidos. Con la salud mental pasa un poco. Puedes estar mal pero que a mí no me afecte. Al final nos hemos vuelto tan individualistas que no nos queda nada de empatía.

Podemos salir a la calle un día si asesinan a Samuel un puñado de chavales y gritar hasta quedarnos sin voz. Pero esa noche la calle también estaba llena de gente y Samuel murió solo y apaleado. También podemos salir con cada feminicidio, 43 oficiales este 2021, dejando claro que ya estamos hartas de ser asesinadas. Pero seguiremos viendo como la justicia nos da la espalda en muchas ocasiones, para recordarnos que el sistema está lleno de hijos sanos del patriarcado.

Del sistema y los medios no se puede esperar nada, pero de los políticos, espero que estén a la altura de los problemas. No me hables de salud mental, cuando tu trabajo como representante de la ciudadanía, tiene que ser llegar a la raíz del problema y aportar soluciones. Está muy bien contratar más psicólogos porque estamos a la cola y la sociedad está muy malita, pero no reduzcas la salud mental a la falta de profesionales. Las que necesitamos de profesionales somos nosotras, la sociedad.

No nos hemos vuelto mejores por hablar de salud mental, como tampoco pasó cuando se empezó a hablar del bullying o la lgbtifobia.

Si el suicidio es la primera causa de muerte no natural, está bien que hablemos de salud mental, porque es importante. Pero hay que ir más allá. No podemos permitir que los medios o el sistema capitalista monetice algo de lo que son culpables, mientras nuestros representantes nos venden humo para que lo compremos.

Claro que está bien que vayamos al psicólogo y debería de ser accesible para todas, pero hay que ir más allá y abrir el melón de porqué hay tantas personas en esta situación. Qué es lo que está fallando para que nos veamos sometidos a niveles de estrés sobrehumanos solo gestionando nuestra vida laboral. ¿Cómo vamos a tener salud mental si no tenemos tiempo para nosotras? ¿Cómo se mantiene la salud mental, cuando vamos a ese psicólogo y nos dice que nuestro trabajo, las cargas familiares o los problemas económicos, es lo que está acabando con ella?

La sociedad está enferma y la pandemia a acelerado las primeras consecuencias. Tenemos que poner el foco en las cosas que importan y dejar de mirar para otro lado. Y eso solo lo vamos a poder si despertamos como sociedad, porque está claro que por ellos no van a parar.

Ya quedó claro en plena pandemia cuando se antepuso el consumo a la salud, cuando las personas quedaban atrás por el bien de la economía o el trabajo. Ahí la salud mental no importaba tanto. Si ni siquiera el sistema echa el freno cuando termina de consumir el último recurso natural de la tierra, que cada año llega antes… ¿De verdad crees que miran por tu beneficio?

Mientras tanto sigamos hipnotizados mirando el último viral de moda. Usando cepillos de bambú mientras una pareja de snobs se alquila una avioneta para desvelar los genitales de un bebé. Viendo como se reúnen un puñado de políticos en sus jets privados para hablar de reducir las emisiones.

Pero tú con lo que importa por delante. Okupas malos, el catalán fuera de las escuelas, y el problema del virus es culpa de Paz Padilla por no cerrar la ventana. Menos mal que aún nos quedan las risas porque esta simulación no hay quien la entienda.

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