Titane largometraje ganador de la Palma de Oro del 74 Festival de Cannes, es ante todo un retrato de amor, a través de la familia encontrada, unida por su propia marginalidad, además de una continuación lógica de Crudo (2016). En el mismo mundo de terror paralelo, donde Justine (Garance Marillier) vive un cambio de piel al pasar de niña a adolescente en Junior (2011), y es posteriormente devorada por un hambre feroz hacia la carne humana, conocemos a Alexia. Otro personaje del universo ducornauiano con un sinfín de identidades y capas propias de la realidad humana.
Desde mordisquear pezones, a asesinar a su familia, la joven protagonista puede crear más dudas que resolverlas: no hay por dónde entender(la).
«Tengo una visión muy existencialista de la vida: hay que ser muchos para llegar a convertirse en uno (solo). Hay que afrontar distintas metamorfosis para acercarse a su esencia», continúa. «Creo que nunca se llegará a alcanzar, pero eso no es lo que cuenta, sino la tensión que existe entre uno mismo y ese deseo».
Una obra de matices que deconstruye los cánones tradicionales de lo masculino y lo femenino. En la que una mujer cisgénero, con aspecto andrógino, se encuentra obligada a reformular su apariencia para sobrevivir. Contrariamente a como se ha trasladado en los medios –y así lo ha confirmado sucesivamente la directora– , Alexia no es un personaje transgénero. En el mundo de ciencia ficción en el que se desarrolla la historia. Podemos percibir (como mucho) una identidad fluida, pero en ningún caso la de una persona que se siente incomoda con su género y genitales. Es más, en el plano secuencia con el que arranca la película, contemplamos su trabajo como bailarina nocturna: contexto marcado por coches, testosterona y tensión, donde vivencia libremente su identidad.
Gran parte de Titane se desarrolla dentro del ‘disfraz’ de Adrien. Bajo el cual Alexia esconde su embarazo ciberoide, (tras el encuentro sexual que tiene con un coche). Fascinante guiño hacia las teorías desarrolladas en el Manifiesto Cyborg por Donna Haraway.
Ahí expone una esfera de igualdad entre humanos, animales y máquinas, juntando las ideologías marxistas con el psicoanálisis freudiano.
Por otra parte, presenta el trabajo de Teresa de Laurentis donde retoma la filosofía de Foucault. Quien defiende que el género se condiciona por los aparatos tecno-sociales y biomédicos de su entorno. Con esta consideración, desde la niñez de Alexia -en la que, tras un accidente de coche. Recibe un trasplante de titanio en el cranio- lo que consideramos como humano, o mejor dicho, como natural, lleva tiempo, por no decir décadas, sin ser así. La humanidad ya no es una pura derivación de la naturaleza.
Maravilla la belleza con la que Ducornau admite, al ser entrevistada en NYFF 29. Como si fuera una debilidad, que le gusta que sus proyectos sean «gestos que cobran profundidad».«Es complejo vivir mis obras con el concepto de comienzo y fin, para luego pasar a un trabajo completamente distinto. Prefiero esta sensación de movimiento y de renovación de la piel como medio para llegar a una forma de ‘verdad’».