Todos sabemos ya lo que ocurrió en esa gala. Rocks hizo un chiste de muy mal gusto sobre la alopecia de la mujer de Will, Jada Smith, y este último se levantó en su defensa a cruzarle la cara en medio del escenario por la falta de respeto.
Como en todo en la vida, los espectadores han elegido bando. Por un lado, están los de “No, la violencia física no es justificable” y los de “Se la tenía bien merecida, por gilipollas”. Okey, os voy a desglosar que opino yo al respecto:
En primer lugar, resulta que las rencillas entre ambos parecen ya venir desde lejos. De puertas para dentro, Rocks ya se habría metido previamente entre Will y Jada. Eso sin contar, además, que ya había hecho bromitas públicamente sobre ella en el 2016.
En esta gala en concreto, empezó su discurso de manera ya bastante misógina. Fue con el típico chistecito de cuñado tipo “la parienta”. Comenzó diciendo que “la mujer de Javier Bardem le va a dar la noche si no gana el Oscar” refiriéndose a Penélope Cruz. Y es que, ya sabemos que las mujeres, aunque tengamos muchos logros y seamos incluso más famosas que nuestros maridos en un campo, no vamos a tener nombre y siempre vamos a ser “la mujer de”.
Me gustaría destacar que, de manera verbal, Chris Rocks también estaba ejerciendo la violencia. Meterte con el físico de cualquiera, y más con alguien que tiene una enfermedad que le causa un gran complejo, no es humor, es acoso.
Surge aquí, el primer dilema, ¿es esto masculinidad tóxica? La reacción de caballero de Smith salvando a la damisela o la legitimidad masculina en opinar sobre el físico de una mujer de Rocks.
Ah, pero un momento. Si hablamos de masculinidad y misoginia, no podemos dejar de lado el discurso racial. Todos nos hemos enterado ya de que Jada Smith sufre de alopecia, una enfermedad sobre la que se abrió hace un tiempo públicamente, comentando que le causaba mucha inseguridad y mucho problema a nivel psicológico. Lo que no tenemos en cuenta es que no sólo sufre la lacra social de ser mujer calva, sino de ser mujer calva negra. Por eso, hay que entender la importancia del pelo afro a nivel histórico y social, pero también el estigma tan grande al que se enfrentan las mujeres negras en este tema.
Y lo más irónico del caso es que, Chris Rocks en 2009 hizo todo un documental dedicado sólo y exclusivamente a hablar sobre ¡SORPRESA!: el pelo de la mujer afroamericana en cuanto a los estigmas de lo que la sociedad ha dictado que es estéticamente correcto.
Uy, parece que ya se van juntando algunas piezas del rompecabezas. Masculinidad tóxica también es que maltraten psicológicamente a una mujer por su aspecto físico y que te rías, o te quedes callado y no hagas nada.
Y esto me lleva a la segunda parte del dilema. Quitando la parte misógina y racial, ¿está justificado el uso de la violencia cuando te tocan los cojones?
Las redes sociales se dividieron en tres: Los que lo condenan, los que lo justifican y los que creen que estaba montado.
En primer lugar, vamos con la teoría del montaje. Sinceramente, tras informarme de las circunstancias previas y viendo las reacciones de ambos, yo descarto el montaje. Will Smith, siendo el actor bien reconocido y nada problemático que es, no se habría arriesgado a manchar su imagen pública ante el mundo por un poco de cotilleo en su nombre. Además, su reacción previa a al golpe riéndose, no es por la gracia. La risa es también un mecanismo de defensa de los seres humanos cuando nos encontramos en situaciones incómodas. También tenemos que fijarnos en sus ojos, aguantando las típicas lágrimas de rabia cuando le grita desde su asiento que no se atreva a hablar de su mujer. Y por supuesto, la reacción de Rocks, completamente paralizado sin saber cómo continuar, buscando la ayuda de la organización con la mirada.
Por lo tanto, creo que opción de montaje descartada. Vamos ahora con el tema de la violencia.
Lo que más me fascina es la intolerancia de la gente, pero sólo para ser bien queda moralmente. Vemos guerras todos los días, pero nos echamos las manos a la cabeza cuando vemos a alguien defender a un ser querido porque “¡Oh! ¿cómo hace eso? Es una figura pública, tiene que mantener la compostura, etc”
Mi pregunta es, y cuando alguien te ataca, ¿por qué tienes que aguantar eso?
El otro señor agredió primero ¿tiene él que soportarlo? Naturalmente se defendió. Si bien puede que no de la mejor manera, lo que hizo Will es un instinto que llevamos de fábrica en ocasiones. Los seres humanos tenemos tres tipos de reacciones cuando nos sentimos atacados: atacar de vuelta, paralizarnos o salir huyendo. A Smith le salió la primera.
En frío y desde casa es muy fácil decir que no se debe usar la violencia. Pero también me parece que corres el riesgo de estar defendiendo las bases del bullying con esa declaración. Es bien sabido que, en gran parte de las ocasiones, no sirve de nada decirle al abusón de la clase que “por favor no te robe el bocadillo” o que “por favor no te insulte”.
Lo siento, pero no te lo compro. ¿Está bien la violencia física? No. Pero tampoco está bien que la gente se dedique a hacer daño constantemente y se salga con la suya porque “Es que es humor”.
Como artistas, toda la vida ha habido gente que ha empujado los límites. La diferencia es que no atacaban a nadie directamente, atacaban un canon social, una creencia limitante o protestaban contra un orden establecido.
En esos casos, forzar los límites para crear una incomodidad con intención de cambio creo que está justificado. Forzar los límites para reírte del físico de alguien, no. Lo que ocurre cuando lo haces, es que corres el riesgo de toparte con alguien no pasivo, que no tiene miedo a plantarte un límite (en el formato que sea). ¿Y qué pasa? Que te acabas comiendo un revés por caranchoa. ¿O es que ya no os acordáis de esa? ¿Ah, que como no eran Will Smith y Chris Rocks, sino un repartidor y un chaval cualquiera, ese sí se merecía una galleta por impertinente? ¿o cómo? Porque que yo recuerde, en su día todo el mundo respondió un “normal…se lo estaba buscando” cuando salió el famoso vídeo.
No me gustaría terminar el artículo, sin comentar la cantidad de terapeutas fuera lugar que me he encontrado a través de redes diagnosticando a Smith. Llegando a escuchar comparaciones entre él y Putin (¿qué tendrá que ver la velocidad con el tocino?) o acusaciones mucho más graves de una figura pública española, sobre si es que esa falta de control de sus impulsos se debe a que su lóbulo frontal no actúa con claridad por el consumo de algo más que caramelos. Esto me parece algo cero ético. Por muy licenciado que estés, no te puedes dedicar a diagnosticar a gente que no conoces ni a poner sobre la mesa algo como lo que se insinúa.
Por otro lado, otro de los textos que se han hecho virales sobre el tema es de una escritora bastante conocida. Es uno que dice que “No, el amor no te hace cometer locuras.” Estoy de acuerdo con eso, pero me parece que hay matices. No creo que lo de Smith haya sido una simple locura. Ha sido una reacción, real, como la vida. No es lo mismo decir “Te quiero tanto que cometo la locura de revisarte el móvil todos los días porque no te quiero perder.” o “Es que te quiero tanto que no te dejo salir con nadie porque te protejo.”, a ver que la persona a la que quieres recibe un ataque bien real y directo, y tu instinto de protección salte en ese momento ante una amenaza verídica.
Solo voy a dejar una leve reflexión al respecto y es que no nos olvidemos de que somos responsables de lo que hacemos. Pero también de lo que no hacemos.
En resumen, yo no sé si Will Smith está mal psicológicamente, pasando una mala racha con su pareja o haciendo actividades poco lícitas que no le dejan pensar con claridad. Lo que sí sé es que cuando empujas los límites de alguien, nos hemos vuelto tan pasivos y tan políticamente correctos, que se nos olvida que lo más normal es tener consecuencias al respecto.
Si quitamos el contexto racial, habría estado igual de mal atacar a su compañera blanca. Si quitamos el contexto de género, habría estado igual de mal atacar a su hijo varón si fuese él quien sufriese esa enfermedad. Y sinceramente, creo que el señor Smith se habría levantado a defender igual a su mujer, a su hijo o a su hija.
¿Le justifico? No. ¿Puedo llegar a entenderle? Sí.